“Ayuda mi incredulidad” Aumentando la fe en tiempos de desesperación

The Official Publication of the Church of God of Prophecy

Michael Hernandez, World Language Coordinator

Michael Hernández,
Coordinador Mundial de Lenguajes

Y respondiendo uno de la multitud, dijo: Maestro, traje a ti mi hijo, que tiene un espíritu mudo, el cual, dondequiera que le toma, le sacude; y echa espumarajos, y cruje los dientes, y se va secando; y dije a tus discípulos que lo echasen fuera, y no pudieron. Y respondiendo él, les dijo: ¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os he de soportar? Traédmelo. Y se lo trajeron; y cuando el espíritu vio a Jesús, sacudió con violencia al muchacho, quien cayendo en tierra se revolcaba, echando espumarajos. Jesús preguntó al padre: ¿Cuánto tiempo hace que le sucede esto? Y él dijo: Desde niño. Y muchas veces le echa en el fuego y en el agua, para matarle; pero si puedes hacer algo, ten misericordia de nosotros, y ayúdanos. Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible. E inmediatamente el padre del muchacho clamó y dijo: Creo; ayuda mi incredulidad. Y cuando Jesús vio que la multitud se agolpaba, reprendió al espíritu inmundo, diciéndole: Espíritu mudo y sordo, yo te mando, sal de él, y no entres más en él. Entonces el espíritu, clamando y sacudiéndole con violencia, salió; y él quedó como muerto, de modo que muchos decían: Está muerto. Pero Jesús, tomándole de la mano, le enderezó; y se levantó.

Marcos 9:17-27

Cualquier persona que ha visto a un ser querido experimentar un dolor debilitante sabe que es una de las circunstancias más difíciles de sobrellevar. A veces, el sentimiento de impotencia puede parecer algo demasiado difícil de soportar. De la desesperación muchas personas harán lo que sea por ayudar a un ser querido. El pasaje anterior nos cuenta la historia de un padre que llevó su hijo a Jesús para que fuera sanado. Él estaba desesperado. Cuando los discípulos de Jesús no podían sanarlo, el padre fue a Jesús en busca de la ayuda que Él podría proveer. La interacción que resultó entre Jesús y el padre mostró una lucha con la cual muchas personas se pueden identificar cuando enfrentan una crisis de fe.

¿Qué es una crisis de fe?

Una crisis de fe es aquel momento en el cual una persona debe decidir si creer o no que Dios es quien dice que es, y hará lo que ha dicho que hará en medio de circunstancias desafiantes. Una crisis de fe coloca a los cristianos en la posición de aceptar o rechazar la identidad de Dios como ha sido revelada en Su Palabra. La fe también coloca a los cristianos en la posición para decidir si aceptar o rechazar su propia identidad en Cristo. Los cristianos que están en medio de una crisis de fe a menudo se encuentran preguntando: “¿Tengo suficiente fe? ¿Realmente estoy escuchando a Dios? ¿Es este un castigo por una mala decisión que tomé?”

En Marcos 9, la respuesta de Jesús inmediatamente colocó al padre del niño en el centro de atención cuando Él respondió, “Si puedes creer”. En otras palabras, Jesús le estaba preguntando, “¿CREES que yo puedo hacer lo que estás pidiendo?” Sin duda el padre no había entendido completamente con quién estaba hablando; ¡este hombre era el Creador del universo! Jesús continuó diciendo: “al que cree todo le es posible”. Jesús tenía la respuesta, pero el padre del niño tuvo que tomar el primer paso de fe en medio de su crisis de fe. Quizá la razón por la cual continuamos esperando es porque Él está esperando que nosotros tomemos el primer paso.

 

 

¿Qué debemos hacer cuando enfrentamos una crisis de fe?

1. ¡Conozca a QUIÉN puede acudir!         

No solo necesitamos acudir a Dios. ¡Necesitamos recordar QUIÉN Él es! El padre del niño había buscado a la persona correcta, pero no entendió completamente quién Él es. Cuando Dios le reveló Su nombre divino a Moisés en Éxodo 3, Él reveló la esencia de quién Él es y cuál es Su relación con la humanidad. Él dijo: “YO SOY EL QUE SOY”. Dios es lo único que necesitaremos, y es más capaz de tomar todo desafío en nuestras vidas. En medio de la crisis, Dios anhela que nosotros comprendamos completamente quién Él es. Él es nuestro “YO SOY”.

2. Recuerde que las luchas con la fe son normales

No es fácil de creer a veces. Es difícil confiar cuando no podemos ver lo que Dios tiene planeado y no tenemos idea de lo que Él está pensando. Sí, Dios es soberano, pero a veces puede parecer que Él está lejos o tiene otros asuntos que atender. A veces podemos sentir que Él está demasiado ocupado cuidando del mundo como para escuchar nuestro lamento. El salmista se sintió así en muchas ocasiones:

Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación, y de las palabras de mi clamor? Dios mío, clamo de día, y no respondes; y de noche, y no hay para mí reposo.

Salmo 22:1, 2

Dios entiende el dolor que sufrimos cuando estamos angustiados. Él nunca ignora nuestros gritos de ayuda. En medio de este dolor, el salmista recordó que Dios no estaba ajeno de su sufrimiento:

Mis huidas tú has contado; pon mis lágrimas en tu redoma; ¿no están ellas en tu libro?

Salmo 56:8

Cuando sintamos que a Dios no le preocupa nuestros intentos desesperados por obtener ayuda, necesitamos recordar que Dios está escuchando. Satanás quiere atacar la poca fe que tiene en la batalla por su alma. No se desanime en su lucha por aumentar su fe. Cada cristiano lucha con su fe en algún punto u otro y Dios entiende esto.

3. Actúe en la fe

Dios tiene muchas promesas en Su Palabra, pero no siempre es tan fácil apoyarse en ellas. Allí es donde entra la fe. El autor de la epístola a los Hebreos nos da esta definición conocida sobre la fe en el capítulo 11:

Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.

Hebreos 11:1

Cuando el padre del niño se vio confrontado con la decisión de aceptar el desafío de tener fe, él inmediatamente declaró, “¡Creo!” A veces no hay nada que hacer más que creer; y el creer nos debe de llevar a actuar en fe. Cuando estamos desesperados, no nos queda otra opción. De la desesperación, la mujer cananea le rogó a Jesús que libertara a su hija (Mateo 5). De la desesperación, dos ciegos clamaron fuertemente para obtener la atención de Jesús a pesar de que se les dijo que guardaran silencio (Mateo 20). De su desesperación, una mujer enferma se abrió paso en una multitud para modo de tocar el manto de Jesús (Marcos 5). Estas historias no solo son historias de fe. Estas son historias de fe en acción de la desesperación. Cuando sienta que su fe va decayendo, ábrase paso y toque a Jesús. No se quede callado, resuelva esa situación al proclamar que se hará tal y como Dios lo ha dicho.

4. Pida un incremento de fe

No todo creyente tiene la misma cantidad de fe. Y no es algo de lo cual los cristianos deben avergonzarse. Dios nos ha dado un don a cada uno de nosotros con diferentes cantidades de fe. En Romanos 12:3, Pablo declara:

Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno.

¡Debemos usar la cantidad de fe que tenemos y tratar de aumentarla! El padre del niño estaba batallando con su fe en Jesús en el momento que él clamó y declaró: “¡ayuda mi incredulidad!” Él quería creer. Él quería aumentar su fe. Lo quería con tanta desesperación que se resolvió a creer que él podía creer. Y Jesús le concedió su petición.

Sea cual sea la crisis de fe que usted esté enfrentando, tome un paso en confianza para declarar que usted creerá que Dios incrementará su fe. Si Dios prometió que Él salvaría a su amigo o familiar inconverso, continúe hablándole sobre Jesús, creyendo que esas semillas producirán fruto. Si Dios ha prometido que Él cambiará sus circunstancias, haga todo lo posible con lo que Dios le ha dado y confíe que Él hará el resto. La Palabra de Dios no volverá vacía (Isaías 55). Así que actuemos en fe, a medida que continuamos cantando estas líneas de un himno muy amado.

¡Cristo! ¡Cristo!, ¡cuánto Te amo!

Tu poder probaste en mí.

¡Cristo! ¡Cristo!, puro y santo,

siempre quiero fiar en Ti.