Oración y ayuno

The Official Publication of the Church of God of Prophecy

 

Podemos recibir bendiciones y beneficios espirituales al practicar el ayuno bíblico y modelar nuestras cualidades y características como cristianos a un mundo que observa cada uno de nuestros movimientos. Las cualidades cristianas son esencialmente importantes en la vida espiritual de una persona. Las características que manifestamos deben ser características cristianas. Éstas pueden ser impartidas a las personas a nuestro alrededor. La manera en que hablamos, las expresiones naturales de nuestras cualidades internas deben iluminar al mundo en tinieblas. El ayuno y la oración son buenas cualidades que son fortalecidas al practicarlas, y luego nuestras características serán vistas y juzgadas por el mundo que estamos intentando rescatar de las tinieblas.

“¿Es tal el ayuno que yo escogí, que de día aflija el hombre su alma, que incline su cabeza como junco, y haga cama de cilicio y de ceniza? ¿Llamaréis esto ayuno, y día agradable a Jehová? ¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo?” (Isaías 58:5, 6).

Permítame compartirles algo en lo cual pensar. ¿Qué logra el ayuno? ¿Por qué ayunar? A decir verdad, el ayuno significa poner a Dios primero. Es un acto que prepara el camino para la oración seria y efectiva. La oración necesita expresarse a través del ayuno, así como la fe necesita expresarse a través de la oración. La oración obra en lo invisible mientras que el ayuno se encarga de lo visible. El ayuno es una manera para demostrarle a Dios que somos humildes, y que esperamos en Él. El ayuno y la oración nos son conferidos para demostrar que estamos listos para sacrificarnos para obtener respuestas.

Una cosa que debemos recordar es que no debemos poner atención al hecho de que estamos ayunando. Debemos mantener esta práctica como algo privado entre Dios y nosotros, puesto que no queremos desanimar a otros y darles una diferente imagen de lo que queremos expresar como santos al actuar “piadosamente” o utilizar una expresión triste como hacían los fariseos. Al ayunar, le dejamos saber a otros que estamos cerca de Jesús, y nuevamente, no debemos demostrar una actitud piadosa ante ellos.

A continuación un ejemplo escritural de Éxodo 34:28, 29:

“Y él estuvo allí con Jehová cuarenta días y cuarenta noches; no comió pan, ni bebió agua; y escribió en tablas las palabras del pacto, los diez mandamientos. Y aconteció que descendiendo Moisés del monte Sinaí con las dos tablas del testimonio en su mano, al descender del monte, no sabía Moisés que la piel de su rostro resplandecía, después que hubo hablado con Dios”.

Moisés había subido al monte Sinaí y recibió los Diez Mandamientos por segunda vez. Su primer viaje consistió de cuarenta días de ayuno en este monte en comunión con Dios. Esos días terminaron de manera triste, porque Moisés se enteró del becerro de oro que había creado el pueblo judío, y tiró y rompió las tablas, ¡después de haber ayunado por 40 días! Se ha dicho que los discípulos tuvieron éxito en su ministerio porque habían estado con Jesús.

Ahora, Israel no podía ignorar el hecho de que Moisés había estado con Dios. Moisés no sabía que su rostro estaba resplandeciendo, pero el pueblo lo vio y estaban temerosos al ver un resplandor tan sobrenatural. Quizá pensaron que Moisés los castigaría debido al caso con el becerro de oro. Sin embargo, Moisés vino con un espíritu de amor trayendo la seguridad de la providencia de Dios para Israel como una nación, si lo buscaban a Él y Sus preceptos. Más adelante en el Nuevo Testamento, encontramos que Pedro, Santiago y Juan tuvieron temor cuando presenciaron la transfiguración. Reaccionaron igual que los israelitas cuando vieron el rostro de Moisés.

Cuarenta parece ser un número importante en la Biblia en relación al ayuno y oración. La Palabra menciona tres hombres que habían ayunado y orado durante este tiempo y recibieron la unción por el trabajo que habían hecho:

  1. Elías fue enviado para ungir a Asael y Jehú para que pudieran ganar la victoria sobre Jezabel y Acab.
  2. Jesús, después de haber pasado cuarenta días en el desierto ayunando y orando, estaba listo para hacer milagros y para establecer el reino de Dios en la tierra.
  3. Eliseo fue ungido por Elías para ser el profeta que tomaría su lugar para llevar a cabo las misiones para Dios.

Hemos encontrado en las Escrituras que Moisés fue inspirado espiritualmente a guiar a los israelitas a la tierra prometida. Nosotros, como hijos de Dios, debemos orar y ayunar más para recibir los beneficios que serán el resultado de hacer tal cosa.

“Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo. Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre” (Mateo 4:1, 2). Quizá Satanás pensó que sería fácil tentar a Jesús, porque posiblemente estaría demasiado debilitado por Su ayuno, pero es más razonable suponer que Él estaba espiritualmente más fuerte y mejor preparado después de Su ayuno para resistir la tentación de Satanás. Cuando Jesús anduvo en el desierto, Él fue dirigido por el Espíritu. Quizá recuerde que el Espíritu descendió sobre Él en forma de paloma mientras Juan lo bautizaba en el Jordán y se escuchó la voz del Padre diciendo, “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”. Cristo estuvo sujeto a la tentación en Su forma humana, tal como nosotros somos tentados, y podemos asumir que Su éxito es debido a la fuerza y el poder que Él recibió en el tiempo que pasó ayunando y orando. Así como Él se preparó para superar situaciones, también nosotros debemos hacer sacrificios en donde sea que el Espíritu nos mueva para que nosotros podamos obtener fuerzas en Él.

Jesús pasó hambre, así como nosotros pasamos hambre después de no comer por unas horas. En su forma humana Él sintió dolor debido al hambre, y otras cosas que nosotros los mortales sentimos. El dolor y el derramamiento de lágrimas también eran parte de Su ser. Se dice que después de no comer por tres días, el hambre se va por un tiempo, pero después vuelve.

La Biblia nos dice que muchos son tentados cuando van tras sus propios deseos, pero Jesús fue llevado a la tentación por el Espíritu de Dios. Cristo se humilló para ayunar y Pablo escribe sobre su ayuno. Es un acto de auto-negación a través del cual el hombre exterior puede sufrir y morir, pero el hombre interior es fortalecido. Una cosa que debemos recordar es que podemos ayunar, pero si no fortalecemos nuestra relación con Dios mientras hacemos eso, ¡nuestras almas nunca se beneficiarán de los actos que realizamos!

Ashley Guidry

Patterson, Luisiana