La historia de nuestro rescate

The Official Publication of the Church of God of Prophecy

PrattWallaceHace algunos años, el dueño de una tienda de mascotas me contó la siguiente historia: “Un hombre compró un ratón blanco para servir como alimento para su serpiente. Colocó al ratón en la jaula donde se encontraba la serpiente durmiendo en su cama de serrín. El pequeño ratón tenía un problema serio. Podría ser devorado en cualquier momento. Obviamente, el ratón tenía que ingeniar un brillante plan. ¿Qué hizo este ratón atemorizado? Rápidamente comenzó a cubrir a la serpiente con el serrín hasta que quedó completamente enterrada. Al hacer esto, el ratón pensó que había solucionado su problema. Sin embargo, la solución no funcionó. Cuando despertó la serpiente muy hambrienta, comenzó a deslizarse lentamente debajo del serrín. Obviamente, al ver su presa, la serpiente fue a la parte de la jaula y se enroscó para el ataque y devorar a este pequeño ratón. Afortunadamente, el dueño de la serpiente miró al pequeño ratón dentro de la jaula, suplicando un rescate, y sintió lástima y metió la mano en la jaula y lo rescató. Aunque la serpiente mordió al dueño, y lo dejó herido, el veneno de ésta no lo mató, pero el ratón fue rescatado de su sentencia de muerte”.

No importa cuánto nos esforzamos por negar nuestra condición caída, es igual de inútil que los esfuerzos del ratón por cubrir a la serpiente. Con el tiempo el pecado va a despertar y salir de su entierro. Si no fuera por la gracia salvífica del Maestro, el pecado nos devoraría. Pero ¿cuántos de nosotros estamos dispuestos a buscar un rescate fuera de nuestra jaula (nuestra capacidad)? La historia completa de la resurrección gira alrededor de la bondad, nuestra condición caída y redención. Esto es algo que no entendieron las personas que celebraron la entrada de Jesús a Jerusalén el Domingo de Ramos hace 2,000 años. Jesús no vino a reinar temporalmente sobre el pueblo, destruir sus enemigos romanos o devorar a las personas (como ha hecho la serpiente por siglos), sino que vino a redimir a las personas de la maldición de la Serpiente.

Pablo nos escribe en Colosenses 1:11-20: “Fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad; con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz; el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados. Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten; y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia; por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz”.

Si no nos damos cuenta de que hemos sido creados con el potencial de ser buenos y hacer el bien, y si no confesamos que hemos sido destituidos de esta bondad, nunca tendremos la fe para mirar al Redentor quien nos redime de nuestra condición caída y nos da el poder para producir cosas buenas. El Domingo de Resurrección no sólo es una tradición, es un recordatorio de que tenemos el potencial de vivir victoriosamente si buscamos de Jesús el Rescatador. Cuando el mundo fue creado, fue “bueno”; Dios mismo nos da testimonio de esto. Después de cada día de la creación, Génesis registra: “y vio Dios que era bueno”. Igual lo registra cuando terminó de crear al hombre y la mujer, “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera” (Génesis 1:31). La tierra era fructífera y abundante, y todas las cosas que Dios había creado se multiplicaron para cubrir la tierra con vida. La belleza del mundo, hace un poco más de 6,000 años, le hubiera impresionado con mayor facilidad que la de hoy día. Pero la serpiente antigua entró a esta tierra y sutilmente convirtió a este lugar en una jaula gigantesca de muerte.

Aun con la condición caída de este mundo, podemos ver pequeños ejemplos de cuán bueno puede ser este mundo. Lo he visto en los Alpes de Austria, en los campos de Ucrania, en las aguas turquesas de las Montañas Rocosas de Canadá, en la selva verde de Hawái, y en la grandeza maravillosa de las montañas peruanas. Sí, aun podemos ver pequeños ejemplos en las multitudes de personas que son nuestros amigos, ayudan a nuestras familias, y nos aman a pesar de nuestros defectos. Luego veo la bondad de Dios creando el ser humano como una obra formidable y maravillosa. Todo lo que produce el cuerpo humano –hipo, fiebres, vómito, risa, sueños, etc.– me recuerda cómo ha sido creado por Dios para ser resistente e inconmensurable. Aun en medio de la epidemia del Ébola, hemos sido testigos del valor y la compasión de las personas hacia otros. Sí, cuando Dios creó todo en el principio era “bueno”, y hay ocasiones en que todavía podemos presenciar esto. Sin embargo, hay algo incorrecto en nuestro mundo, incluyendo a usted y a mí, y ha llegado el momento para reconocer nuestra condición caída.

En la película Grand Canyon, el actor Danny Glover desempeña el papel de un operador de grúa. Él está intentando ayudar a una familia cuyo vehículo se ha averiado y están siendo aterrorizados por cinco malhechores. El operador de la grúa hace un comentario en la película que describe perfectamente cómo nos sentimos viviendo en este mundo diariamente: “¡Cielos! El mundo no debe funcionar de esta manera. Quizá ustedes no lo sepan, pero no debe ser así. Se supone que yo deba hacer mi trabajo sin tener que pedirle permiso a usted. Y se supone que esta persona deba esperar su carro sin que usted le robe. ¡Se supone que todo sea diferente a lo que está ocurriendo aquí!”

¿Está usted de acuerdo con esa declaración? Desde el momento en que Adán y Eva decidieron no depender de Dios, todo ha salido mal para la humanidad. La tierra está contaminada, no solo en las ciudades, sino también en las montañas y los bosques. La capa de hielo se está derritiendo, la capa de ozono está disminuyendo, el agua se contamina y escasea más, los océanos se han convertido en basureros. Pero no termina con lo que le estamos haciendo al planeta; la raza humana también está bajo peligro. ¿Cómo es posible que una creación tan hermosa podría llegar a ser tan horrenda? ¿Cómo puede ser que el ser humano, que en algún momento Dios llamó “muy bueno” cuando lo creó en Génesis 1:31, sea descrito después en Romanos 1:31 como “necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia”? ¡La respuesta es el PECADO! Sin embargo, en medio de esta desesperanza, Dios no esperó a que el ratón se liberara de la jaula. El Creador de este universo extendió Su mano del cielo para rescatarnos de la serpiente —Satanás. Leamos como Pablo describe nuestro dilema y nuestro rescate en Romanos 8:7-15:

“Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros. Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne; porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción…”

Cuando se tradujo la primera Biblia al inglés hace años, el término redención se entendía mucho más que hoy. Hoy día muchos relacionan redimir algo con utilizar un cupón o algo de valor pequeño, como latas de refresco. Pero hace casi 400 años, la palabra fue asociada con los esclavos. Debido a la cultura de esclavitud, los traductores se conformaron con utilizar la palabra redención como la imagen más poderosa de lo que Dios tiene preparado para la raza humana y toda la creación. ¿Hay una descripción más adecuada que la de una persona comprando un esclavo para modo de liberarlo? La historia bíblica declara verídicamente que hay una lucha histórica constante entre el bien y el mal, los avances en el desarrollo y descubrimiento; sin embargo, se desvía a veces debido a las acciones dementes de personas que parecen llevarnos a la aniquilación mundial. Pero también declara que a pesar de las altas y bajas, este mundo está avanzando rápidamente hacia un último rescate. Hay una chispa de belleza, un vistazo del mundo por venir, y una redención final de Jesucristo, quien vendrá como una mano del cielo para rescatar a todas las personas condenadas, no solo a Jerusalén, sino a todos los que creen en Él. Este es el punto de vista cristiano de la resurrección: El tiempo importa, la historia importa, los individuos importan, y todos los que creen en Jesucristo. ¡La redención importa!

Wallace Pratt

 

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