Por qué predican los predicadores

The Official Publication of the Church of God of Prophecy

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Brian Sutton
Cleveland, Tennessee

Descubrir el rol de un predicador en la sociedad contemporánea es descubrir el llamado de Dios en la vida de los predicadores, tanto corporativamente (todo predicador cristiano) e individualmente (según se relaciona al llamado y ministerio específico de individuos).

Comencemos con la suposición de que hay por lo menos dos conceptos sobre el rol de los predicadores; está el concepto de la sociedad y el concepto de Dios. En esta ocasión sólo hablaré sobre lo que Dios espera de los predicadores en la sociedad contemporánea en vez de intentar definir las expectativas de la sociedad que han sido puestas sobre este ministerio. Ciertamente, aun dentro del marco de lo que Dios espera de los predicadores, pueden haber papeles que todos los predicadores deben desempeñar y otros que Dios pueda requerir que solo algunos desempeñen. Descubriremos cuál es el papel de un predicador, consideraremos algunas aplicaciones prácticas y bíblicas asociadas a este llamado. “¡Yo fui llamado a predicar a los 15 años de edad!” Para aquéllos que no han sido “llamados a predicar” esta declaración puede parecer un poco rara. Posiblemente puedan preguntar primero, “¿Qué quiere decir con llamado?” Con frecuencia defino el llamado de una persona como algo que Dios requiere de ellos, sin opción, para modo de cumplir con Su voluntad para su vida. Por lo tanto, cuando digo que he sido llamado para predicar, estoy diciendo que Dios me ha comisionado a ser parte de lo que Él está haciendo en el ministerio de “predicación” de la iglesia. Aunque esté nervioso, aprensivo, me sienta poco preparado, incómodo o hasta desplazado para seguir Su mandato, debido a que me ha llamado a predicar, debo ser sumiso a Su petición y ministrar fielmente “por medio de la predicación que me fue encomendada por mandato de Dios nuestro Salvador” (Tito 1:3). También puedo confiar que en este llamado, Dios provee los medios para tener éxito al compartir Su Palabra. Descubrir que en realidad he sido llamado a predicar es de gran importancia, puesto que el ministerio de la predicación requiere la cooperación de la vasija, la Palabra y el Espíritu.

En cambio, no todo ministerio en el cual yo participe es debido al llamado sobre mi vida a participar en ese ministerio. En algunas áreas del ministerio (áreas de la obra cristiana), Dios quizá me dé la libertad para decidir cómo proceder o si participaré. Un buen ejemplo de esto puede ser que Dios no me llame necesariamente a trabajar en la guardería de mi iglesia (aunque Dios llama a algunas personas a trabajar con niños pequeños, así como Él llama a algunos a predicar), pero si yo veo una necesidad por voluntarios, quizá acepte el trabajo para ser una bendición para otros. Si en el transcurso de mi trabajo en la guardería, descubro que no soy la persona indicada para cambiar pañales, y elijo trabajar en el ministerio de caballeros mejor, no significa necesariamente que Dios esté molesto conmigo, puesto que no he recibido el llamado a trabajar en la guardería. Descubrir que Dios me ha llamado a hacer esto es muy importante, especialmente en el ministerio y el rol de predicador. Ha sido mi experiencia personal que en mis días más oscuros como predicador/pastor, no hubiera podido desempeñar el papel que Dios está requiriendo de mí, si no estuviera yo seguro de que Él me ha llamado al ministerio de predicación. Muchas veces sencillamente he tenido que decir, “no me queda más que proceder porque he sido llamado”.

Si la predicación requiere un llamado, y si estamos intentando descubrir el rol del predicador en la sociedad contemporánea de hoy día, quizá definamos la palabra “rol” como la vocación del predicador. Una definición adicional de la palabra “rol” podría ser, “Lo que Dios quiere que cumpla el predicador cuando Él lo llama”. Después de veintidós años de ministerio pastoral, admito que el lente a través del cual observo a los predicadores y la predicación está teñido hacia la predicación y el ministerio pastoral. Veo la predicación pastoral como algo diferente a cualquier otro tipo de predicación, puesto que ocupa una porción mayoritaria de mi vida en el ministerio de predicación. Por tanto, cuando intento definir el rol del predicador en nuestra cultural actual, pienso en términos de la predicación pastoral, lo cual posiblemente no incluya todo tipo de predicación. Haré un intento por definir el rol del predicador en tres partes:

  • Relacionar la verdad de la Palabra de Dios con la iglesia y el mundo hoy día, aplicando sus verdades a nuestra vida diaria;
  • Predicar lo que Dios ha dado para un tiempo y lugar específico;
  • Ir más allá de ser solamente una “voz” a ser “testigo” a través de la vida del predicador; por lo tanto, confirmando que la Palabra ha sido y sigue siendo compartida.

 

Relacionando la verdad de la Palabra de Dios a la iglesia y el mundo hoy día

Dios ha llamado a los predicadores a proclamar Su Palabra de tal manera que se puedan entender sus verdades como aplicables y esenciales en las vidas de todas las personas. Un predicador no solo es testigo de su propio mensaje (experiencia personal y corporativa de servir a Dios), sino también del mensaje que Dios desea compartir con el mundo a través de la Palabra escrita. La Palabra de Dios (el canon de las Escrituras) fue escrita a lo largo de varios años y está llena de verdades que pueden parecer difíciles de entender y complicado aplicar. En la sociedad contemporánea hay un sinnúmero de factores que pueden afectar cómo las personas ven el mensaje de la Palabra de Dios. La educación, finanzas, vocación, geografía, crianza y madurez espiritual son solo algunos de los elementos en las vidas de las personas que puede afectar el entendimiento del mensaje de la Palabra de Dios. Los predicadores son llamados a traer la Palabra de Dios al oyente, como instrumentos del Espíritu Santo, presentando las verdades de Dios en la manera más clara posible.

Un maravilloso ejemplo de la Palabra de Dios siendo predicada claramente por los predicadores, bajo la unción del Espíritu Santo, se encuentra en el libro de Nehemías. Las Escrituras registran que los muros derrumbados de Jerusalén habían sido reconstruidos y muchos exiliados habían vuelto a la ciudad. Se le pidió al sacerdote Esdras que “trajese el libro de la ley de Moisés” (Nehemías 8:1) ante el pueblo y lo leyera. Las Escrituras registran más adelante que cuando “abrió, pues, Esdras el libro a ojos de todo el pueblo, porque estaba más alto que todo el pueblo; y cuando lo abrió, todo el pueblo estuvo atento. Bendijo entonces Esdras a Jehová, Dios grande. Y todo el pueblo respondió: ¡Amén! ¡Amén!” (vv. 5, 6) ¡Cómo les encantaría a todos los predicadores poder predicar un mensaje de domingo con ese tipo de reacción! Nehemías después registra un hermoso momento en que Dios habilita a los predicadores a compartir la Palabra de Dios de manera que el pueblo sintiera que era aplicable y esencial a sus vidas. Los versículos 7 y 8 registran, “y los levitas Jesúa, Bani, Serebías, Jamín, Acub, Sabetai, Hodías, Maasías, Kelita, Azarías, Jozabed, Hanán y Pelaía, hacían entender al pueblo la ley; y el pueblo estaba atento en su lugar. Y leían en el libro de la ley de Dios claramente, y ponían el sentido, de modo que entendiesen la lectura”. Estos levitas cumplieron con una de las tareas que los predicadores de la sociedad contemporánea han sido llamados a hacer —compartir la Palabra de Dios de manera que sea clara y comprensible. Después de todo, ¿cómo podemos considerar la Palabra de Dios como aplicable y esencial si no ha sido hecha comprensible?

 

Para predicar lo que Dios le ha dado relacionado a un tiempo y lugar específico

Dios ha llamado predicadores para ser las verdaderas “voces proféticas” que Él pueda utilizar para compartir Su voluntad y Su verdad relacionada a tiempos específicos y situaciones específicas. En las Escrituras, hay numerosos ejemplos del llamado de Dios sobre una persona específica (a menudo predicadores) para cumplir con un rol específico en el ministerio. El profeta Jonás es un ejemplo opuesto al llamado de Dios de una persona a predicar en un lugar específico, durante una situación específica. Jonás 1:1 registra, “Vino palabra de Jehová a Jonás hijo de Amitai, diciendo: Levántate y ve a Nínive, aquella gran ciudad, y pregona contra ella; porque ha subido su maldad delante de mí”. Ciertamente éste fue más que un simple llamado que Dios había puesto sobre Jonás. Fue un llamado específico para desempeñar un papel específico de ministerio. Por supuesto, si conocemos la historia de Jonás, sabemos que él eligió desobedecer la dirección del Señor a predicar en la ciudad de Nínive. Mientras él huía del propósito de Dios, Él lo perseguía aun con el viento, el mar y un gran pez para que se lo tragara. Después de la atrapada y liberación del profeta Jonás, las Escrituras declaran, “Vino palabra de Jehová por segunda vez a Jonás, diciendo: ‘Levántate y ve a Nínive, aquella gran ciudad, y proclama en ella el mensaje que yo te diré” (3:1, 2). Las Escrituras revelan una gran verdad. Dios utiliza voces específicas (predicadores) para tiempo y situaciones específicas, para compartir verdades específicas a través de Su Espíritu y Su Palabra. Cuando los predicadores reciben ese cargo del Señor, tienen la obligación de compartir la Palabra de Dios como fueron dirigidos, sabiendo que es, “como fuego…y como martillo que quebranta la piedra” (Jeremías 23:29).

 

Yendo más allá de ser una voz a ser un testimonio de la vida de un predicador

Dios ha llamado a los predicadores a cumplir con su ministerio de predicación (2 Timoteo 4:5), no solo al predicar de Su Palabra, sino al vivir una vida que está siendo transformada por Su Palabra. Quizá llamaríamos este pasaje el texto de “prueba viviente” del apóstol Pablo. Muchas personas han visto un sinnúmero de programas y productos para bajar de peso diseñados para ayudar a las personas a deshacerse de algunos kilos no-deseados. Casi todos estos comerciales utilizan un método que se llama la estrategia de “prueba viviente” mientras intentan convencer a las personas que compren sus productos. También se conoce como la estrategia del “antes y después”. A los consumidores se les muestran dos imágenes de la misma persona, que han sido tomadas en momentos diferentes. La imagen de la persona en el lado derecho fue tomada “antes” de que comenzara a utilizar el plan de pérdida de peso. La imagen que se ve a lado izquierdo es la foto de la misma persona que ahora pesa muchísimo menos (el “después”), donde se muestra que ha estado utilizando el plan para bajar de peso. Por lo tanto, esta es prueba viviente que hace que los consumidores digan, “¡Si funcionó para ellos, quizá funcione para mí!” Los predicadores en la sociedad contemporánea deben cumplir el rol de ser una prueba viviente de una vida que está siendo transformada a la semejanza de Cristo, a través de Su Espíritu y Su Palabra.

Predicar la Palabra de Dios es una responsabilidad agotadora. Cuando hablamos de la Palabra de Dios, como Sus representantes, posiblemente nos exponemos a lo que podría ser escrutinio injusto. Hebreos 4:12 declara, “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón”. Cuando se predica la Palabra de Dios, funcionará de manera que el oyente quizá sea redargüido de sus acciones, estilo de vida o falta de relación con Dios. Si después de haber escuchado el mensaje de la Palabra de Dios, el oyente testifica que la Palabra de Dios no ha tenido ningún efecto transformacional discernible sobre el predicador, quizá puedan descartar al Espíritu y la Palabra como solo una emoción o posiblemente hasta una fábula. Sin embargo, cuando el predicador de la Palabra de Dios demuestra tener la misma unción del Espíritu Santo para vivir una vida que está siendo transformada por el Espíritu y la Palabra tal y como lo hicieron cuando estaban en el púlpito, entonces los oyentes quizá sean alentados a desear experimentar la gracia transformadora de Dios. Esencialmente, los predicadores han sido llamados a hacer más que solo vender un producto, se les ha encargado ser prueba viviente de ese producto —el poder transformador de la gracia de Dios a través de Jesucristo.

El éxito del predicador depende de la gracia de Dios para equipar, y el poder del Espíritu Santo para ungir, a medida que cada uno se esfuerza por, “[predicar] la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina” (2 Timoteo 4:2). Descubrir el rol de Dios para el predicador es también descubrir el llamado de Dios para el predicador. Podemos identificar por los menos tres roles de un predicador en la sociedad contemporánea.

  1. Relacionar la verdad de la Palabra de Dios con la iglesia y el mundo hoy día, y ayudar a la humanidad a aplicar sus verdades a nuestra vida diaria;
  2. Predicar la palabra que Dios ha dado para un tiempo y lugar específico;
  3. Predicar más allá de su voz y dar testimonio de sus vidas, confirmando la Palabra que ha sido y está siendo compartida.

Es mi oración que cada predicador de la Palabra de Dios maneje “la espada del Espíritu” con mucha humildad y abundante unción para cumplir con el propósito absoluto de Dios.

 

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